La calle
Y ya estás en la calle, prisionero
en un mundo de voces y de ruidos,
en un mundo de sueños confundidos,
en un fiero murmullo de avispero.
Una malla de penas y de acero,
de motores, de risas y de olvidos,
de pasiones cruzadas y sentidos
teje un furtivo, impávido hilandero.
Caminas entre fieras dentelladas,
entre máscaras acres y colmillos,
entre cruentas tormentas disfrazadas,
entre zapatos de fugaces brillos
que sostienen al aire levantadas
feroces procesiones de cuchillos.
Estás ahora en medio de la calle,
en medio de los otros, tus hermanos,
en un gran hervidero de caínes,
en un gran río de apagado llanto.
Pero estás solo, solo entre los otros,
como en el bosque solo se halla el árbol.
Solo contigo, con tus sueños solo,
con tu egoísmo solo entre los brazos,
caminas hacia nadie y siempre pasas
como un viento invisible sobre el páramo.
Ellos también van solos. Todos hacia
la soledad más pura caminamos.
(Rafael Morales)