“Las palabras del poeta son una metáfora del contrato social”

luis-garcia-montero  Luis García Montero busca la dignidad a la intemperie y vuelve a transitar por “Habitaciones separadas”

– Éste es un libro con tiempo frío, porque hablas de octubre, invierno e incluso ese Jovellanos insomne parece estar en una celda gélida en lugar de en Mallorca…

– Una celda por donde pasan los inviernos y los veranos. Sí, “Habitaciones separadas” es un libro de crisis. La historia de este libro tiene que ver con la desilusión y la decepción y el tema de Jovellanos tiene que ver con eso, la búsqueda de una salida a la decepción. Yo, como militante comunista, de joven tuve la oportunidad de viajar a los países del Este y allí me di cuenta que había una sociedad opresiva que se parecía mucho, mucho al franquismo con el que yo y la gente de mi partido había estado luchando.

Cuando hablas de militante comunista de joven no es que lo hayas abandonado, porque ése sí que sería un titular…

Soy militante de Izquierda Unida. En esa época en la que yo viajé a los países del Este no existía todavía Izquierda Unida. Es la desilusión ante una realidad que era absolutamente irrespirable por la falta de libertad. Bueno, también tuve una desilusión democrática en la España de los años 80, sobre todo a raíz del referéndum de la OTAN. Si uno no podía creer en sistemas que no se basaran en la democracia, una también perdió la ingenuidad ante la democracia al ver que con un control mediático feroz en quince días se le podía cambiar la opinión a un país entero. Cuando se puso en marcha el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN había una opinión muy, muy, muy mayoritaria en contra de la permanencia de España en la OTAN y con una manipulación tremenda se cambió la opinión de la gente en quince días. Entonces yo me quedé en un sentimiento de intemperie que es un poco el que está en este libro y el que está también un poco en la figura de un Jovellanos que está en la cárcel, apresado en el castillo de Bellver. Él ha luchado en España por la Ilustración, contra la Inquisición, pero de pronto allí donde la revolución con la que él sueña, triunfa, se desemboca en la guillotina y en la crueldad y en el Terror y no puede estar ni con la Inquisición ni con la guillotina, no puede estar ni con unos ni con otros, está en la absoluta intemperie y hay que buscar razones. El título del libro responde a lo siguiente: en esa época de decepción yo eché a los sueños de mi casa, porque todos los sueños se degradan, todos los sueños se corrompen; no hay sueños que no se corrompan inmediatamente, ¿no? Lo que ocurre es que cuando uno expulsa a los sueños de su casa, uno corre el peligro de convertirse en un cínico y vivimos en una sociedad donde todo se relativa, donde nadie le da importancia a nada, uno se entrega a la pérdida de valores y a la indiferencia con absoluto optimismo. Y entonces yo les comentaba a mis amigos que iba a necesitar hacer un pacto para pedirle a los sueños que volvieran a mi casa, pero que íbamos a dormir en habitaciones separadas, que cuando yo me pusiese muy cínico los sueños me llamasen la atención y cuando mis sueños se pusiesen muy ingenuos y me preparasen una desilusión inmediata que yo pudiera regañarles, llamarles la atención. Y ése es un poco el título de “Habitaciones separadas” y por eso aparece como telón de fondo el invierno, el frío, el paisaje no de la plenitud sino de la meditación –el invierno es el tiempo de la meditación-.

O yo hago una lectura equivocada o sí que he encontrado el Luis más reivindicativo, en pasajes como el de Luis Alberto de Cuenca, en las antípodas del que pueda ser tu pensamiento…

Tengo entre mis preocupaciones un espacio grande para la poesía y las inquietudes cívicas, digamos. No me interesa una poesía comprometida a la antigua usanza, aunque también la hago cuando hace falta, pero no a la antigua usanza para poner en verso una consigna o apoyar una causa, pero sí me presento como ciudadano.

Sí, así es como te considera una de los glosistas que componen una especie de poemario paralelo en este libro, toda la gente que ha ido reseñando tus poemas… En aquel poema que habla de un escaparate se habla de tu vertiente de Pepito Grillo y es algo en lo que coinciden, aunque el compromiso vaya por otro lado…

Pero al hablar de una época de crisis, te digo que al mismo tiempo que llamé a los sueños a la casa lo hice para que no durmieran en la misma cama, es decir, que las preocupaciones cívicas –tienes toda la razón- están ahí, pero si te das cuenta el libro tiene un tono de melancolía y hasta el optimismo es el optimismo de un melancólico, es de alguien que también duda de sí mismo, de alguien que ve que los sueños se corrompen, que las promesas fracasan, que las banderas de manchan o se doblan de sangre. El tono es un poco decir, no quiero renunciar a mis preocupaciones, aunque tampoco tengo mucha esperanza de que esto vaya a cambiar o que haya una solución fácil para esto que me incomoda o no me gusta. Y hay en ese sentido mucha reflexión en contra del dogmatismo, aunque el tiempo del dogmatismo ya es un tiempo inaceptable para la poesía, pues nadie tiene la verdad absoluta y uno tiene que negociar con uno mismo, ¿no?

Leyéndote y pensando en eso recuerdo aquel poema de una palmera aposentada en un lugar frío, y que consigue prosperar a pesar de las inclemencias.

Sí, ése es un poco el juego.

Poemas absolutamente actuales, porque viene a colación la inmigración y pensé “ninguna palmera es ilegal”.

Claro, eso es bonito… Al hacer ese poema quería utilizar la palmera de que Granada, mi cuidad, es una ciudad de Andalucía, que vive con la mentalidad del sur, su ideología, pero es una ciudad fría, porque está en las faldas de Sierra Nevada y de los montes más altos de la Península y hace mucho frío. Entonces es un sur donde no hay muchas palmeras. Me acordé de la poesía arábigo-andaluza y de los árabes que veían en Andalucía la palmera y ellos, que se veían lejos de África y de su tierra natal, decía, “palmera, tú como yo, extranjera en estas tierras” y me acordé también del famoso poema “Al olmo seco” de Antonio Machado, de cómo en un momento determinado un olmo seco puede dar un poco de verde y él lo anota como esperanza en la palmera. Entonces hice esa fusión y la utilicé como símbolo de eso, ya no puedo caer en la ingenuidad, esto es difícil, sé que no tiene solución, pero también sé que de pronto una palmera puede crecer entre la nieve y eso se convierte de alguna manera en una complicidad para intentar vivir con fe alguna de mis ilusiones.

¿Llevas esa cartera en la que anotas?

Tengo un…, yo normalmente utilizo el ordenador y le doy gracias a Dios de que se haya inventado el ordenador. Si yo recuerdo que tuve que hacer una tesis doctoral a máquina y cada vez que tenía que cambiar una cita tenía que copiar el folio entero…, soy absolutamente partidario del ordenador. Los libros los suelo escribir con ordenador, los artículos también, pero los poemas los escribo a mano y tengo casi siempre unos cuadernos donde voy tomando notas para los poemas, donde hago los primeros borradores y donde hago una copia más o menos seria del poemas, después…

¿Pero eres de esos viajeros que llegas, observas algo y te termina perturbando la contemplación para escribir o disfrutas realmente lo vivido?

A mí me gusta disfrutar de lo vivido se disfruta de lo vivido escribiendo también y al tiempo que anotas en el cuaderno, estás disfrutando también-, pero yo realmente no hago anotaciones de viaje en un cuaderno, anotaciones de eficacia, por si hay que apuntar un teléfono o una dirección cuando alguien te invita a comer, pero por lo que se refiere a la literatura casi lo que hago es apuntar algún verso o algún borrador de poema que quiero hacer y después escribo el poema en el cuaderno también. Eso es lo único que hago.

No te veía yo perdiéndote un paisaje por escribir unas líneas…

A pesar de ser un poemario con carga de densidad recuperas momentos muy personales como si nos dejaras asomarnos como en uno de esos cuadros de Hopper a través de la ventana, porque hablas de las noches con amigos de música alta, poemas muy sentidos…

Hay una reconstrucción de la vida dentro de la desolación utilizando las estrategias que me parecen más fértiles dentro de la vida cotidiana, los espacios de refugio. Y yo creo que una de las lecciones de la poesía es que los sueños públicos son inseparables de la vida cotidiana y que uno no puede aspirar a emancipar las plazas sino busca la emancipación en el ámbito de lo privado y de la intimidad y en ese sentido el intento de leer y dignificar la vida cotidiana a mí siempre me ha parecido atractivo y de hecho me ha parecido un ámbito de refugio. La amistad para mí es un ámbito de refugio grande, de verdadera complicidad. Yo me siento muy camarada de mis amigos y la amistad significa no sólo salir a tomar una copa, sino haber salido a soñar, haber tenido las mismas derrotas, los mismos miedos, las mismas ilusiones y en ese sentido la camaradería está muy presente en el libro y la necesidad de dignificar el amor también. No es un libro donde haya poemas de una relación amorosa estable y entregada, pero sí es un libro que en las experiencias amorosas salpicadas, casi siempre breves, coyunturales se busca también la dignidad, el tomarte en serio a ti mismo y en tomarte en serio de las amantes y las relaciones de la vida.

Es como que jugaras a un campo semántico en vías de extinción, la camaradería, la fraternidad, cosas de las que hablas en el libro que parecen ya antiguas es como hablar de solidaridad obrera…

Sí, sí, pero creo que del pasado tenemos que aprender muchas cosas. A mí me asustan tanto los viejos cascarrabias como los jóvenes que se creen que están inventando el Mediterráneo y yo cada vez que voy cumpliendo años me cuido…

No hablas de ningún partido en concreto…

No, porque dentro de los partidos también ocurre lo mismo. Dentro de IU también hay gente que quiere el inmovilismo y que no quiere cambiar y eso me parece que es propio de los viejos cascarrabias para los que cualquier tiempo pasado fue mejor y yo me cuido porque me gusta tener los ojos abiertos al presente y mirar la realidad. Y luego hay también gente que se cree que se está inventando el Mediterráneo y se desconecta de los vínculos de una tradición que lleva muchos años y muchos siglos y de la que se puede aprender mucho también y en ese sentido el verdadero vínculo social me parece que es fértil cuando puede haber un diálogo entre lo que heredamos de los mayores con las respuestas que necesita el futuro y la juventud. Y a mí me parece que en esta crisis en la que estamos no se necesita sólo una receta económica, se necesita una reconsideración de valores importante y ése es el espacio de la poesía, el de la reflexión sobre los valores, en la indagación en los valores. Y a mí me cuesta trabajo renunciar a palabras como solidaridad, fraternidad, camaradería, porque creo que nos van a ser muy necesarias., van a ser un equipaje que el futuro va a demandar.

Hablabas de solidaridad obrera y en el discurso político actual todos estamos muy preocupados –yo el primero- por hacer una democracia más viva, más participativa, que no esté tan oxidada y tan hueca como la democracia actual. A mí el hecho de que se hagan primarias me parece fundamental, pero creo que nos equivocaríamos mucho ci creyésemos que la respuesta progresista a la situación en la que vivimos sólo es una respuesta formal o de método, porque me parece que los debates sobre la economía son fundamentales. Como no haya una respuesta democrática a los salarios y a la legalidad laboral no vamos a ir a ningún sitio. La verdadera raíz democrática y la verdadera energía de la democracia está en el trabajo; no hay nada más democrático que un salario justo, porque es lo que equilibra la riqueza y lo que trata en consideración la dignidad de las personas. A mí me parecería un error que nos olvidásemos de las reformas laborales y de los salarios justos en nombre de fórmulas participativas como unas primarias para elegir candidato. Las dos cosas son importantísimas y son inseparables, por eso yo no me avergüenzo de pensar en la solidaridad obrera.

Hay una verdadera falta de consideración para los puestos de trabajo que es de verdadera miseria y yo, de verdad que me parece estupendo todo lo que son primarias, participación, ahora Podemos, ahora nosécuántos, pero como se olvide que la democracia se juega en el puesto de trabajo.

Ahora en una empresa mediana si tú quieres presentarte en una lista te echan a la calle y les trae sin cuidado.

Quizá muchas de las nociones que vas espolvoreando en el libro pueden sonar por eso ajenas, es la parte de esos veinte años que han pasado…

Porque ha cambiado la sociedad…

Sí, porque aunque yo veía menos carga de pesimismo, de descreimiento del que me comentas sí que en ese sentido la realidad te pone contra la pared…

De una sociedad que es injusta, descarnada y que vivimos en la intemperie. El tema del libro es de qué forma se busca la dignidad en la intemperie y se busca no renunciar a las convicciones. Hay un libro de Ángel González, el poeta, que se llama “Sin esperanza, con convencimiento”, pues quizá es ése el estado de ánimo al que yo más me acerco en este libro, seguir queriendo tener convicciones a las que no renunciar, pero más allá de cualquier sentimiento de esperanza.

En ese poema del escaparate mencionas abrigos, maletines y televisores que asociaba a necesidad, lujo y ¿corrupción?

Corrupción o fama.

No sé si ahora que eres un poeta consagrado alguno de esos tres factores te han conducido a otro sitio donde no estabas hace veinte años. Entiendo que tampoco lo confesarías en una entrevista…

No, pero la verdad es que sigo manteniendo esa mirada crítica a esa idea del triunfo. Vivimos en una sociedad que entiende el triunfo como la acumulación rápida del dinero y a mí me sigue interesando relacionar la poesía con una idea distinta del triunfo que tiene que ver con la vocación, la realización de una vida, el estar un poco en paz con uno mismo. Y ese poema del que tú hablas donde hay alguien que se encuentra con una pareja de amigos con los que militó y ahora han tenido éxito en el poder, que ocupan cargos y tal, quiere plantear eso, que a lo mejor el éxito no es ocupar cargos ni dinero sino estar en paz con uno mismo. En el sentimiento de vigilancia y la melancolía uno tiene miedo de convertirse en un intolerante, de meter la pata y piensas “qué pensarán de mí” e igual tiene razón los que piensan que soy un desgraciado, pero al final uno decide para vivir en paz ser alguien sobre el que cualquier triunfador social puede pensar que es un desgraciado para estar al margen. Estos años, fueron años en los que la corrupción que después se ha generalizado hasta hacerse asfixiante empezaba a estallar y además estallaba no en manos de la derecha que eso se daba siempre por supuesto, sino en el PSOE y la televisión está ahí, Fíjate que hay también un poema que yo escribí, “Mujeres” que tiene que ver con la telebasura, aunque de manera indirecta, porque empezaba la telebasura al principio de los años 90 y para la gente que habíamos luchado por la libertad sexual y que nos negábamos a la represión de la Iglesia de pronto era muy humillante confundir la libertad con la telebasura y que de pronto hubiese un programa donde hubiese un imbécil que saliese contando cómo se había acostado con una actriz o una idiota contando cómo se había acostado con un torero

Durante años…

Durante años

Es lo peor…

Yo recuerdo hasta un concurso donde iban las parejas, matrimonios, a concursar sobre sus hábitos sexuales y donde los separaban al marido y a la mujer le preguntaban sobre sus gustos y si él respondía lo mismo, pues ¡premio! Me pareció muy significativo de todo lo que estaba ocurriendo en el país en general, que se había podido superar la represión de la dictadura, pero no se había creado un ámbito de respeto y de valores públicos y de dignidad pública.

Es como que la sociedad sigue viviendo con ganas de ir a Perpignan de alguna forma…

Sí, pero más triste, porque era una invasión de zafiedad, pero tremenda. Era Perpignan, pero Perpignan generalizado.

Con la sordidez de tener que buscar lo que no tienes en tu entorno…

Y era ya también decir, ahora que no está el dictador tenemos la represión dentro, sobre todo la mercantilización de todo, la mercantilización de los cuerpos. Yo estoy en contra de la sexualidad como pecado, pero también de las sexualidad devorada por el capitalismo. La mercantilización de los cuerpos, la falta de respeto al cuerpo del otro, a lo que significa hacer el amor con alguien degeneraba en una zafiedad que era objeto de un concurso de televisión y de telebasura y yo tenía también la idea de que estaba viviendo una realidad donde la liquidación de los espacios públicos no sólo se debía a todo el proceso de privatización, sino también a que se estaba convirtiendo lo público en un basurero. La plaza se estaba convirtiendo también en un basurero y eso liquida también lo público y en ese sentido, para mí la poesía representa el extremo contrario, el deseo de emancipar la dignidad, la vida cotidiana, de tomarse en serio la dignidad de los cuerpos de los seres humanos más allá del mercantilismo y eso es lo que hay también en una idea de que para mí el compromiso político no es sólo el compromiso con un programa electoral o con un ideario de un partido, sino que el compromiso político en lo que se refiere a la poesía es el intento de concebir la intimidad como un espacio histórico que hay que transformar y que hay que dignificar.

Reflexionando sobre ese poema de las mujeres y otros que anteceden, pensé en que la prensa rosa había despreciado un campo abonado para la carnaza como la vida de los escritores…

Los poetas y los escritores en general no son famosos y la carnaza y la prensa rosa necesita sobre todo famosos y además suele ser gente con dos dedos de luces y que también sabe que la degradación pública afecta en su propio trabajo, en su propia imagen y su propia relación con los lectores. La poesía necesita una seriedad que no se lleva con la prensa rosa.

Si yo fuera una cronista del corazón al mencionarme que has vuelto de México pensaría indefectiblemente que habías ido a buscar a esa mujer que aparece en el poema. Sería mi primera conclusión…

No, mira, la verdad es un poco más sencilla y un poco más triste. Fui a participar en un homenaje a José Emilio Pacheco, poeta mexicano que era muy amigo y murió. Le hacían en la UNAM un homenaje y su viuda, Cristina, me invitó a leer unos poemas y fui al homenaje a José Emilio.

Pero la imaginación que emplean este tipo de programas daría mucho juego con personajes que viajan tanto como tú…

Sí, ese poema si quieres que te lo confiese lo escribí entre otras cosas pensando en una campaña de ropa interior que protagonizó Maribel Verdú, que es una actriz que a mí me gusta mucho, que físicamente me gusta mucho. La primera reacción, la de los instintos bajos es la de decir, ¡qué buena está! –la poesía tiene que ver con segundas o terceras reacciones, el meditar las cosas- y a mí me pareció una oportunidad para meditar el ver la diferencia que hay entre la publicidad –tenemos una relación tan controlada, estamos mediatizados hasta en la relación con nuestro propio cuerpo- Yo creo que una de las metáforas terribles de la sociedad contemporánea es la anorexia hasta el punto de que una chica delgada, casi esquelética se mire y no quiera comer porque se vea gorda y es porque con hasta nuestro propio cuerpo tenemos la mediación de paradigmas que tienen que ver con la publicidad, con el mercados, las realidades virtuales y yo lo que quise fue comparar la gente de carne y hueso, la que se tiene que levantar todas las mañanas a trabajar con la mujer de la publicidad tratada con Photoshop, creada como realidad virtual que ya deja de ser una experiencia de carne y hueso para convertirse en paradigma, en invitación al consumo. Y a mí me interesa la poesía como un ejercicio que rompa las abstracciones virtuales para ponernos en contacto con las experiencias de carne y hueso. Me gusta decir que el poeta que se pasa una hora o un día pensando en una palabra precisa me recuerda a cualquier ser humano que quiere hacerse dueño de sus propias opiniones.

Creo que Leila Guerriero trabaja así, buscando durante horas la palabra adecuada para sus crónicas…

Yo creo que la palabra te permite hacerte dueño de tu relación con el mundo y con la realidad. Hay mucha gente que confunde espontaneidad con sinceridad, espontaneidad con verdad y es un absoluto disparate porque la verdad suele ser un punto de llegada, pero nunca de partida. Cuando a mí me preguntan algo y soy espontáneo y respondo, casi siempre lo que hago es repetir como un loro lo que flota en el ambiente, lo que hay por ahí que otros se han inventado, han hecho flotar en el ambiente y que yo lo interiorizo y lo digo. Para ser dueño de las propias opiniones conviene pensarse las cosas tres o cuatro veces y alejarte de tus primeras reacciones y tus espontaneidades. Eso tiene que ver también con la posibilidad de romper la experiencia virtual para volver a tener un contacto carnal con la historia y hacerte dueño de tu propio cuerpo también.

Pensando en tus libros da la sensación de que eres un poeta de cromos. No dejo de cambiar el título de “Habitaciones separadas” por “Habitaciones externas” y es quizá porque en un poema hablas de los espejos de los hoteles y diferencias entre la habitación como espacio propio y esas otras ajenas, donde te sientes desvalido. Y sobre esa relación vicaria, ¿buscas dentro de ti, para no reflejar la imagen que los demás están esperando y recuperar tus propios cromos? Hablas de que el poder envejece y no sé si los poetas consagrados envejecen mal e intentan contar lo que la gente está buscando…

En lo que me planteas hay varias cosas: un poeta tiene que estar vigilando constantemente lo que hace por distintos motivos. Yo cada vez escribo poesía de manera más lenta, porque llevo muchos años dedicado a la poesía y porque tengo miedo a repetirme y tengo miedo a caer en los tópicos de mí mismo y a escribir con receta, así que voy más lentamente, porque me aterran los poetas que acumulan muchos poemas, pero no añaden nada a su obra y por eso ahora hago también novela o hago ensayos o colaboraciones periodísticas, pero voy mucho más lento con la poesía. Un poeta es alguien que necesita tener una conciencia crítica y vigilante muy fuerte, porque la poesía es un ejercicio de conocimiento.

Y no te ha preocupado que haya tanta gente dispuesta a hacer alabanzas de tu poesía, veinte años después, ¿no es darte por muerto como poeta?

No, no, todo lo contrario, porque además también hay mucha gente que habla muy mal de mi poesía. Yo he sido un poeta (se atasca en la definición) voluntariamente polémico, porque no me ha importado denunciar algunas de las trampas en las que ha caído la poesía contemporánea. Algunos de los poetas se quejan mucho de que la gente no lee poesía, pero es que hay mucho tipo de poesía que no se preocupa por la vida de la gente y si la poesía no se preocupa por la vida de la gente, después la gente no se preocupa por la poesía. A mí no me gustan los poetas que escriben para poetas. Creo que hay que escribir para lectores y no para poetas, no me gustan los poetas que creen que la calidad de la poesía tiene que ver con la dificultad, porque hay oscuridades que son de charco y a veces las aguas marinas más profundas son transparentes. No me gusta la poesía que se cree que es una invención de un lenguaje raro, porque creo que el reto está en tratar de la manera más personal y rigurosa posible un lenguaje que es de todos. No me gusta la poesía que se funda en la ruptura, en estos momentos del signo lingüístico y del lenguaje, porque el signo lingüístico es una metáfora de la sociedad y creo que estamos en épocas que no exigen la ruptura del contrato social, sino la energía suficiente como para consolidar los espacios públicos y el contrato social y las palabras del poeta son una metáfora del contrato social. Yo he sido muy polémico, porque de la misma manera que a mí no me gustan muchas cosas, yo no le gusto a mucha gente y entonces en este libro no hay enemigos, porque se trata de un homenaje y lo que hay son los amigos, y los camaradas y los compañeros y los cómplices, pero eso no significa que yo pueda desentenderme de los enemigos, porque muchas veces los enemigos son los que alimentan la conciencia vigilante también. Si se están metiendo conmigo por esto, tengo que decidir si tienen razón o si debo aprovechar eso que molesta porque puede ser una de las características que a mí me interese trabajar.

No eres un poeta parapetado en tu propio ego…

No, de ninguna manera y me gusta exponerme y arriesgar y exigirme y quedar en la intemperie, quizá por eso también aparecen en este libro las habitaciones de hotel, porque son esos momentos en los que uno sale del ámbito íntimo, donde se ha construido el refugio, donde están los parapetos bien puestos y está en un sitio donde la sociedad y la soledad chocan. Estás en una sociedad y en un mundo que no conoces y tienes que estar vigilante de tu propia intimidad y te ves un poco a la intemperie, pero eso es el conocimiento, ir más allá de lo que te tranquiliza o de la comodidad, es hacerte dueño de las propias opiniones. ¿Sabes?, me gusta mucho repetir una reflexión de Antonio Machado, uno de mis maestros que dice “la verdadera libertad nos la jugamos no al decir lo que pensamos sino al pensar lo que decimos” y me gusta que la poesía vaya por ahí.

En cuanto a la artesanía del libro, son poemas no seleccionados por los propios autores, pero sí seleccionados por Juan Carlos Abril…

No, este libro, “Habitaciones separadas” se publicó como tal en el año 94. El responsable, Juan Carlos Abril escribió a distinta gente diciendo que se iba a hacer esto y para evitar que hubiera muchas duplicidades proponía que le hiciese un comentario de tal poema. Creo que no son selecciones personales, sino trabajo de edición de Juan Carlos Abril.

¿Y ha habido mucha disconformidad?

Alguna, sí. Marco Antonio Campos, el poeta mexicano dijo que él lo quería hacer de otro poema y no el que se le encargó y así lo hizo y otro poeta pidió libertad para elegir el poema.

Respecto a las distintas partes, ¿hay alguna a la que te sientas veinte años después más cómodo cuando te proponen la edición? ¿Hay alguna que te provoca pudor?

No, a veces se producen sentimientos de verdadero pudor.

No me refiero sólo erótico, sino ideológico.

Sí, sí, por ejemplo, en “Historial de un libro” Luis Cernuda cuenta que hay algunos poemas suyos que no puede leer, porque siente un pudor y una vergüenza tremendos. Éste no es el caso. Fíjate, es muy difícil disfrutar de los propios poemas: cuando uno disfruta de verdad es cuando uno lee con ojos de lector los poemas que han escrito los demás. Cuando uno lee sus propios textos lo que se imponen son los ojos del corrector –aquí me equivoqué, yo quería- y en este caso no me siento convencido de nada, pero tampoco me siento incómodo ante ningún poema. Hay poemas que me recuerdan situaciones en las que viví y situaciones que he superado y que han tenido un buen final y por eso quizá no me producen incomodidad, sino que pertenecen a otro tiempo, a otra edad, a otros amores, peor no me producen incomodidad. Es un libro al que le sigo siendo leal y al que le estoy agradecido.

Pensando en la cita de Octavio Paz sobre la poesía de la experiencia no sé si eso hace que el libro esté más de moda ahora que se lleva tanto el marketing de la experiencia, porque ya no saben cómo vendernos la vida…

La poesía de la experiencia fue un título muy polémico en una época muy culturalista, muy esteticista. Algunos poetas empezamos a reivindicar el realismo y a hablar de la vida cotidiana y hubo gente que utilizó el concepto de poesía de la experiencia para decir “esta gente no tiene ambición lírica, cuentan lo que les pasa a ellos, hablan de su experiencia” y fue un concepto bastante criticado y hubo muchas polémicas en torno a eso. A mí que me parece que la poesía debe estar relacionada, es inseparable de la vida de la gente y que la ficción es inseparable de una interpretación de la vida cotidiana de la gente, al final me acabé sintiendo bien con el concepto de poesía de la experiencia, pero no fue una cosa que yo inventara, la inventaron los enemigos para meterse con eso. Octavio Paz fue muy generoso… Te voy a contar una cosa: este libro fue premio Loewe en el año 93 y el presidente del jurado era Octavio Paz.

Es curioso que lo último que he reseñado es “Lo mejor de Octavio Paz”…

Octavio era el presidente del jurado y a mí no me gustaba mucho la poética de Octavio Paz, me gusta mucho Octavio Paz como ensayista, como poeta defendía una estética que a mí me resulta más lejana. Y yo me enteré de que él había estado defendiendo otro libro y que al final había salido este libro con otros votos, porque él tenía otro poeta, un amigo poeta. La costumbre era que el presidente del jurado al dar el nombre del ganador hiciese en público una intervención diciendo los méritos y él la hizo.

Y no encontró ningún mérito…

La transcribió el editor y me la dio para sacarla de contraportada y yo que me había enterado de que él no había votado el libro y de que no era muy partidario de Octavio Paz le dije a Visor, “a mí me parece que si él no ha apoyado el libro no hay porqué sacarlo”, “es la costumbre, es el presidente del jurado” dije, “si a él no le ha gustado buscamos a alguien que escriba algo del libro y como Jesús decía que la tradición era esa le dije, déjame que le escriba. No te va a contestar, eso se va a dilatar mucho. Y yo le dije, “querido Octavio, porque yo le conocía. Me ha dado el editor las palabras. Yo sé que tú has votado por otro libro y me parece un abuso utilizar tus palabras y te escribo para decirte que me parece una manipulación y que lo normal es no utilizar estas palabras. Me contestó a vuelta de correo.

Estamos hablando de cartas, algo que ya no existe…

Ya no existe. Me contestó en una carta que conservo como oro en paño, me dijo que por favor que entendiese que tenía amigos y otros compromisos, pero que mi libro le había gustado mucho y que le encantaría tener unas palabras en el libro y me mando las palabras que quería que estuvieran y que a mí me honraron mucho y yo le dije a Jesús que sí que se pusieran en el libro. De manera que él se portó bastante bien. Yo era un joven quisquilloso y también escrupuloso, porque no quería abusar de nadie, ni utilizar la rutina para abusar de nadie. Y él muy generosamente me dio esas palabras para el libro.

Que se haya desvirtuado tanto el concepto rupturista de experiencia por el marketing, que es con lo que te convencen para irte de vacaciones un fin de semana…

Sí, pues como todo, es la mercantilización de todo y la banalización. En poesía quien utilizó el concepto de poesía de la experiencia en España fue Jaime Gil de Biedma, uno de mis maestros, haciendo una reseña de un libro de un profesor norteamericano, Lanbawn sobre el romanticismo inglés. En el libro decía, la Ilustración creía en los valores de la razón universal, el romanticismo rompe con la razón universal y viene a decir que las afirmaciones ya no pueden estar sustentadas en unos valores universales, sino en una experiencia, en lo que aprende cada conciencia en su propia vida y en su propia conciencia, porque el romanticismo supone la puesta en duda de la razón universal y a partir de ahí, Jaime Gil de Biedma hizo una reseña del libro y teorizó algo que tiene mucho que ver con su poesía, cómo la propia conciencia depende de una educación sentimental, de una experiencia histórica, de la situación concreta de cada uno y que por eso cada uno debe opinar desde su situación concreta. Todo eso que era una polémica literaria sobre el paso de la Ilustración al Romanticismo aquí se utilizó como latiguillo para meterse con los poetas que estábamos rompiendo con el experimentalismo y la poesía culturalista para reivindicar una poesía que no fuese hija de dioses sino de ciudadanos y que no utilizase un lenguaje raro, sino el de la sociedad. Y se puso de moda ese concepto, pero es verdad que ahora se ha banalizado mucho y es casi un estribillo de la publicidad, el concepto de experiencia.

Tus textos serían como esas estampas de románticos frente a las ruinas del Foro…

Los cuadros de Friedrich, la mirada del viajero que mira el mundo desde la conciencia del paso del tiempo y desde la melancolía y frente a la sociedad actual que para mí es una sociedad de vertedero las ruinas para mí tienen su dignidad y hay que aprender a distinguir entre uno y otro y a mí me parece que el paso del tiempo tiene más que ver con las ruinas que con el vertedero. Hay un intento de fundir las lecciones de la Ilustración y la fe en los espacios públicos con la conciencia crítica del romanticismo. Me gusta mucho la pintura de Friedrich que retrata la soledad del viajero que mira el abismo sobre el mar de nubes.

Alicia González

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