
Se abre el ascensor. En la mente las motivaciones de Maslow. Apretamos la botonera: infancia, comer, sexo, pagar deudas, más dinero, amor, fama, hijos, pagar sexo… Entramos jóvenes y elevamos nuestros sueños a medida que se iluminan los pisos. Dentro del recinto la ascensión nos genera incertidumbre: por los cristales vamos viendo algunos de nuestros triunfos cayendo como piezas de Tetris suicidas. Hasta que la puerta se abre y el viejo que somos salta…, o no. Primero lanza una pajarita de papel con ese deseo que no se atrevió a cumplir. Y luego sí, luego salta.
Autora: Alicia González