Los reyes de la noche… ¡y mira que se me hace larga a veces!

Por qué Movistar+ se equivoca cancelando 'Reyes de la Noche', su mejor  serie de lo que llevamos de 2021

Y lo digo por jornadas en que parece que ha habido partido de la Eurocopa, o eso creo, y afortunadamente por los malos resultados los vecinos de calles como la mía no vamos a sufrir el desenfreno de locos al volante y viandantes vociferantes -perdón por el exceso de rima-. Porque da igual que estemos a 40 grados a la sombra que si gana tu selección bien que te embutes en tu camiseta de materiales poco transpirantes y te enrollas la bufanda al cuello, porque lo importante es vestir los colores. En tiempos bíblicos a ese exceso en ufanarse de los méritos propios se le llamaba fariseismo y era uno de los pecados por los que Jesucristo la emprendió a latigazos en el Templo. Se ve que entre las filas de hinchas futboleros quedan pocos feligreses de misa o lectores de la Biblia, porque de ser así buscarían formas más creativas de atribuirse un honor que apenas les roza.

Por esa indiferencia al mayor espectáculo del mundo, o al menos el que más dinero mueve, y porque la presencia de Javier Gutiérrez, Alberto Sanjuan y Miki Esparbé avalaban el producto, recientemente me convencieron para ver «Los reyes de la noche». Cierto es que los silencios de Esparbé y las vehementes inflexiones de Gutiérrez te hacen regresar a tiranías de antaño y a unos paisajes donde los políticamente no nos hacía evitar costumbres como el manspreading, que aún hoy hay quien considera incomodidades para unos y para otros ofensas.

La verdad, su visionado no ha ayudado mucho a mejorar mi aprecio por el fútbol y sí me ha hecho pensar en las razones de destinar tanto espacio en un medio como la radio a debatir sobre inanidades en torno a fichajes, jugadas, amaños, y lo que acrecienta el malestar, ese submundo de figuras encumbradas a la fama por el hecho de pertenecer a la familia de este deporte. Un entramado que se ha visto ampliado desde hace años con las tribulaciones juerguísticas y amatorias de sus protagonistas o con los comentarios a micrófono cerrado de sus gerifaltes, nunca se sabe si malintencionadamente filtrados o pillados en renuncio. Eso sí que daría para abrir con la sintonía de Tristeza de amor y nos obliga a padecer telediarios en los que se afeaba la conducta de jugadores que no han estado a la altura del civismo esperable durante el confinamiento celebrando barbacoas como ya hicieran en concentraciones que se saltaban para disfrutar de esa juventud que les sale por los poros y les impide cumplir las exigencias de su contrato.

Javier Gutiérrez ('Reyes de la noche'): "La serie va mucho más allá de la  rivalidad radiofónica"

Por lo que se ve los géneros clásicos de las vidas de santos en esta sociedad mayoritariamente atea y agnóstica se han visto sustituidos por la recopilación de estos cromos de figuras que abarcan desde lo ejemplar a lo miserable. Porque el muestrario se compone de personajes comprometidos con las causas sociales y que, como en el rechazo a la actitud homófoba del Gobierno húngaro, nos demuestran que el fútbol puede ser un buen ariete para franquear ciertas puertas, aunque por otro lado, la inexistente representación del colectivo LGTBIQ en él escamarían a cualquiera. En el lado opuesto tenemos a los modelos de lo más repudiable: jugadores que exhiben su racismo, su xenofobia, su machismo, su nescencia como medallas de las que no cabe arrepentirse, pensando que quizá toda esa mezquindad se tapa con los coches de primera gama con los que los vemos entrar en los campos donde entrenan, o en las mansiones invivibles donde crian a innumerables camadas de hijos e hijas y con lujos desorbitados que prueban los motivos de por qué a pocos de ellos les interesa situar Sierra Leona o La Cañada Real en el mapa. Lo lamentable es que los medios de comunicación privados, pero sobre todo públicos, dan cobertura al seguimiento de sus peripecias como si esas estampitas de sus andanzas fueran representativas de las vidas de sus conciudadanos, quitándonos de la parrilla televisiva, de los minutos de radio, de los espacios de YouTube, Twitch o lo que esté de moda en ese momento el tiempo para reflexionar y compartir un conocimiento que nos permitiría debatir más acertadamente. En lugar de entender la deriva de Haití como estado fallido o de alegrarnos por los éxitos de la futura vacuna española contra la covid, nos vemos jaleando virtualmente a los ganadores de un título que es efímero y no prueba más que la destreza táctica, la habilidad en la carrera, las horas de trabajo, el aguante y la fortuna de quienes se han posicionado como campeones de nuestra maltrecha cultura común.

Entretanto, los titulares de cultura se limitan a citar el título del último libro superventas, o el cuadro subastado al mayor precio de la historia y poco más. Una sociedad de individuos con todas las herramientas a su alcance para ser libres y crecer acompasadamente al ritmo de un bienestar sostenible, superada por la narcotizacicón catártica que proporciona asistir a unas gradas o sentarse frente al partido en casa. Si hay problemas, el encuentro de turno minimiza la derrota laboral, familiar, social, la crisis económica, el estallido de la guerra en el país vecino…. Todo se relega al imperio de esta pax romana.

Nada de esto está en la serie, pero sí lo está de forma sutil y tamizada. Porque cuando Jota le propone a su jefe hacer un programa totalmente nuevo, éste le contesta arteramente «suena bien, pero (le aclara) no muy nuevo». La fórmula de los cóndores funciona y no hay que cambiarla. Por eso cuando el pequeño periodista se postula para resolver la huelga de los pilotos y una compañera le intenta persuadir diciendo «sólo eres un periodista», responde ufano «¿sólo?», creciendo con eso varios centímetros en su arrogancia. Y ésa es la certeza que nos tiene rehenes a los ajenos al mundillo, ése sólo -que como verán me resisto a escribir como marca la RAE, porque en este caso es un solamente-, con la convicción de sentirse arropado por una muchedumbre que nunca le dejará solo. Para él, como para sus correligionarios del balón no existe una amenaza en ese infierno de lo igual del que alerta Byung-Chul Han y los promotores de esta literatura de gestas transitorias logran con ello el adormecimiento social que ni busca ni persigue como en los tiempos de las revueltas tradicionales, lamentablemente tan lejanas.

Como no sigo la actualidad deportiva y mucho menos de los periodistas del ramo desconozco si el anecdotario que se sugiere sobre hasta donde llega un ser humano para ocultar una mentira es cierto, pero espeluzna pensar que un padre pueda enviar a desintoxicarse a un hijo con tal de zafarse de una explicación pendiente o que a un árbitro que se está jugando su futuro y tal vez la vida si esas mafias son tan peligrosas como apuntan se le niegue la prometida compensación por atreverse a develar los chanchullos para ganar una competición. No obstante, para mí lo más grave es la constatación de que ese cuatro poder de la prensa se ejerce de la peor de las maneras y a partir de los instintos más bajos, por parte de diosecillos con mucha prepotencia y no siempre las capacidades más reivindicables. Y eso se concreta en este caso, por ejemplo, en la cancelación de la segunda temporada porque a los Dorian Gray de las ondas deportivas no les ha gustado descubrir ese retrato feo que ya creían guardado en el desván.

https://www.elplural.com/fuera-de-foco/futbolistas-homosexuales-espana-deporte_208274102

https://www.eluniverso.com/deportes/futbol/jugadores-de-la-bundesliga-apoyaran-a-sus-companeros-que-revelen-su-homosexualidad-nota/

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