Comida de fieras

el
Goya y las prisiones crueles

Un hombre contempla con la boca entreabierta sobre el pedestal donde debiera haber una estatua el trozo de sol correspondiente a una tarde que no termina de arrancar y ya despide. Con esa lasitud en la cara observaría también el rostro de un condenado a muerte.

¿Cómo se observa un fusilamiento? ¿Con ansiedad, con expectación, con detenimiento? ¿Hay tiempo para ello? ¿Y qué palabras se dicen en el último momento: suplicantes, exculpatorias, vergonzantes, ardorosas, incrédulas, llenas de tierra, porque el reo tardó demasiado en articular su pensamiento y su boca es ya despensa de hormigas que se apresuran veloces a ocupar ese recién muerto en la arena.

Autora: Alicia González

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