“Durante siglos, los mismos juegos han sido comunes a las diferentes condiciones sociales; desde el comienzo de la era moderna se produjo una selección entre ellos, y así, unos fueron reservados a la gente acomodada y otros abandonados, a la vez, a los niños y al pueblo”.[1]
(El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen. Philippe Ariès)
Una actitud que se encontró también Alexander Calder cuando de visita en el estudio de Mondrian le sugiere incorporar el movimiento a una de sus composiciones, tal como se recoge en el volumen de Herschel[2]. Calder es como el niño que quiere ver volar la cometa y transformar esos rectángulos de colores planos inmóviles en piezas en movimiento, algo que representa en ese momento para un conceptual Piet Mondrian la figura del diletante -olvidando que el estadounidense provenía de una saga de creadores-, con sus retratos realizados en alambre y sus juguetes circenses[3].
Y eso que hacía ya unos años propuestas como la “Fuente rotatoria”[4] de Naum Gabo habían añadido el ritmo cinético y lúdico a un arte demasiado burgués todavía como para permitirse volver a la infancia. Como el ruso, Calder apuesta por poner en marcha la revolución de la que hablaba Pevsner, la de la acción hoy y el espiritualismo, aunque la suya se vincule menos a la propaganda y a la política y más a la abstracción de unas estructuras orgánicas que con sus balanceos nos devuelven a la armonía de la inocencia infantil.

Pero no nos interesa la comparativa entre Gabo y Calder, sino entre el estadounidense y el alemán Kurt Schwitters, con quien comparte el interés por las propuestas geometrizantes de colores primarios de los integrantes del neoplasticismo de De Stijl y los elementos sonoros de sus piezas -que han llegado renovadas a nuestros días a través de homenajes a la Ursonate como el «Studio Schwitters»[5] de Pavel Büchler, que pudimos ver hace unos años en el Caixa Fórum y por ese toque naif que tienen tanto los Merz de Kurt como las esculturas aéreas de Alexander.
Ambos optan por construir un mundo ficticio en el que desarrollar su espíritu más juguetón; la experiencia de la Gran Guerra había dejado en todos los autores la huella indeleble que denunciaba Ernst Friedrich en su “¡Guerra a la guerra!”[6], una especie de gran catálogo de los horrores que habían conducido a esa atroz secuela de un militarismo en el que se había entrenado incluso a los niños como muestra el de Breslau al instar a los padres a evitar que sus hijos interioricen la normalidad de los juguetes belicistas. Dos modos de aproximarse al que en la Fundación Juan March denominaron “El juego del arte: Pedagogías, arte y diseño”, conectados en opinión de Manuel Fontán, director de exposiciones de la entidad, con las nuevas configuraciones estéticas de las vanguardias[7].
En un primer momento, una vez abandonado el academicismo que hallamos en el Todd Shipyard[8] de Calder y en los primeros retratos realistas del de Hannover los dos creadores optan por ejecutar composiciones de pequeño tamaño para luego lanzarse al colosalismo en las llamadas Stabile del autor americano y en ese despropósito laberíntico que es la Merzbau[9] en Hannover del alemán. Porque mientras el uno juega a dejar flotar esas planchas de líneas sencillas, curvas o rectas, separándose del suelo en una creación casi onírica, el otro da una bofetada a las propuestas de la Bauhaus arquitectónica con una obra que adquiere toda la densidad y pesadez de un edificio o de una gruta en la que uno podría perderse, a modo de gigantesca hornacina nazarí para honrar a sus santones y artistas en esa congregación casera vicaria que convirtió en la obra de su vida, lo que supuso para él un trauma al verse obligado al exilio. Allí estaban todos, sus amigos, y todos, los materiales: “Cordones de zapatos, lápices de dibujo, colillas de cigarrillos, puentes dentales e incluso una botella de orina de alguien caracterizaban para Schwitters a personas como Hans Arp, El Lissitzky, Ludwig Mies van de Rohe, la esposa y el hijo de Schwitters, e incluso el propio Richter”.[10]
Unas estructuras con cierto aire expresionista, por lo elevado e inusual de los perfiles, pensada a modo de juego cómplice como lo es el Bomarzo del duque Orsini, un descubrimiento en cada rincón, en cada esquina.Estamos ante un uso de materiales hasta entonces infrautilizados como objetos artísticos, algo más evidente en sus composiciones a modo de collage, recortes y todo tipo de texturas a partir de tejidos, billetes de transporte o pedazos de vida encontrada en la calle, que le conecta a los creadores del arte povera que “reivindica la activación de los materiales ante la pasividad que la cotidianidad les otorga”[11], o en palabras de Grosz, “pintura de la inmundicia”. El siempre sarcástico Schwitters opta, excepto en sus diseños tipográficos, por una paleta tonal apagada y en lo objetual por lo inamovible, recurriendo a una mezcla de trozos de materiales de desecho (monedas, pedazos de madera, carretes de hilo, fragmentos de rejillas de plástico…) claveteados, imágenes encoladas[12] que transmiten una pesadez caótica con la que adensa el conjunto.
En todas encontramos si no una composición, un claro sentido espacial, casi arquitectónico por sus conexiones con artistas como Van Doesburg, e incluso algunas de sus piezas pictóricas como Merz 31[13] tienen un cierto sentido ascensional, por la perspectiva en fuga que parece trascender al marco. Enfrente, Calder elabora sus móviles con metales y láminas de hierro y acero de factura impecable. No era el primero en jugar con la cinética[14], con crear cine dentro del arte convencional, con elaborar una microhistoria con cada pieza, pero sí el más exitoso en hacer de ello una estética personal y definitoria donde hallamos una preocupación más acentuada por la claridad compositiva, una ligereza y alegría que no encontramos en el alemán y que requiere habitualmente un elemento externo para llegar a su plenitud, sea el viento o el espectador que mueve las piezas. Las esculturas móviles como Cascading flower[15] de Calder -a las que puso nombre Duchamp- adquieren cada vez una lectura diferente, ya que, aun siendo piezas sólidas, su dinamismo las hace etéreas para un público activo que ve cómo cambian con su propio baile en el aire, entrechocando unas con otras y con la interacción con la luz, por la que se interesaría el creador americano, llegando a velar porque la propia iluminación de los espacios expositivos fuese la adecuada. Bien es verdad que no todo en Calder flota, pues sus Constelaciones o los Stabile[16] son obras con un peso diferente, más ancladas en tierra, aunque su estructura y diseño siempre incluyen una noción de movimiento, bien por el trazado de las figuras o por la disposición de los elementos. Es lo que sucede en Vertical Constellation with Bomb[17] de 1943, donde el afán lúdico se desdibuja por el dramatismo que refleja el aparente entretenimiento, compuesto por alambres rojos entrelazados de los que cuelgan pedazos de madera, recurso con el que quiso suplir la escasez de metal por el conflicto bélico.
“Ein Spiel mit ernsten Problemen. Das ist Kunst”[18], dijo Schwitters y eso terminó siendo para él, una fuente de complicaciones, toda vez que formará parte de los artistas incomprendidos del llamado “arte degenerado” que repudia el nazismo, lo que aboca al artista a la miseria y el olvido del público y la crítica -por no coincidir con esa estética épica y delirante del Tercer Reich- en los que muere. De hecho, su trabajo epistolar de cinco décadas se recogió póstumamente con el título de “Wir spielen, bis uns der Tod abholt” y en él comprobamos que Schwitters es un todo ya con su obra, llegando a firmar como Kurt Merz Schwitters[19]. Por el contrario, el de Pennsylvania disfrutará del reconocimiento del público, pese a pertenecer a esa categoría de artistas que llevan el compromiso a su obra y a su actividad pública significándose abiertamente contra la política del presidente Nixon. Algo que en ese momento era cualquier cosa, menos un juego…
Autora: Alicia González
[1] El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen. Philippe Ariès. Capítulo II (El descubrimiento de la infancia). Taurus. 1992. http://www.iin.oea.org/Cursos_a_distancia/El_nino_y_la_vida_familiar.pdf
[2] Teorías del arte contemporáneo. Fuentes artísticas y opiniones críticas. Chipp Herschel. Madrid, Akal, 1995
[3] https://youtu.be/t6jwnu8Izy0
[4] https://www.tate.org.uk/art/artworks/gabo-model-for-rotating-fountain-t06974
[5] https://www.youtube.com/watch?v=iBh82rRx274
https://coleccion.caixaforum.com/obra/-/obra/ACF0988/StudioSchwitters
[6] ¡Guerra a la guerra! Ernst Friedrich. Vitoria-Gasteiz, Sans soleil ediciones, 2018
[7] https://www.rtve.es/alacarta/videos/uned/uned-24-05-19/5237036/
[8] https://www.wikiart.org/es/alexander-calder/todd-shipyard-1925
[9] https://i2.wp.com/www.arquine.com/wp-content/uploads/2017/05/kurt_schwitters_merzbau_01_0.jpg?w=800&ssl=1
[10] Kurt Schwitters’s Merzbau: Materials and exhibition. Peter Crellin. https://ptcdesign.files.wordpress.com/2012/02/kurt-schwitterss-merzbau.pdf
[11] El arte último del siglo XX: Del posminimalismo a lo multicultural. Ana María Guasch. Madrid, Alianza Forma, 2007
[12] https://www.tate.org.uk/art/images/work/T/T01/T01259_10.jpg
[13] https://www.wikiart.org/es/kurt-schwitters/merzpicture-thirty-one-1920
[14] https://www.youtube.com/watch?v=oogdmshPhXo
[15] https://www.nga.gov/collection/art-object-page.92733.html
[16] https://cbhlquuowr-flywheel.netdna-ssl.com/Art_Images/Medium/9633.jpg
[17] https://www.historiamaletayninos.com/wp-content/uploads/2020/12/Historia-maleta-y-ninos-calder-vertical-constellation-with-bomb.jpg
[18] https://books.google.es/books?id=0kSkCwAAQBAJ&pg=PT356&lpg=PT356&dq=kurt+schwitters+juego&source=bl&ots=KiondeZdmp&sig=ACfU3U11Q9vhdy_lw2AnfmshVo5SaC0rSA&hl=es&sa=X&ved=2ahUKEwiB2vDApenwAhXq_7sIHcPZDw8Q6AEwEnoECBYQAw#v=onepage&q=kurt%20schwitters%20juego&f=false
[19] https://www.merzmail.net/vidaks.htm
P.D.: La Sociedad Kurt Schwitters ha tenido a bien publicar esta reseña sobre mis impresiones acerca del autor alemán y su homólogo Alexander Calder en su última Newsletter. ¡Gracias especialmente a Gwendolen Webster por su apoyo!
